El monitoreo de los patrones de coccidiosis puede mejorar el rendimiento de las aves y las utilidades
Dr. Steve Fitz-Coy
Los avicultores que buscan maneras de
mejorar el rendimiento de sus pollos y sus
utilidades deben prestar más atención al
monitoreo rutinario de los patrones de
coccidiosis en sus parvadas.
“A veces, lo que no vemos nos puede
dañar”, dijo el Dr. Steve Fitz-Coy,
parasitólogo de Intervet/Schering-Plough
Animal Health. Sin el monitoreo de la
coccidiosis podríamos estar pagando un
alto costo sin darnos cuenta.
Como están las cosas, muchos avicultores
se olvidan de supervisar su control de
la coccidiosis, hasta que surgen los
problemas. Mientras tanto, el rendimiento
puede estar bajo y están perdiendo dinero,
dijo.
Además, para monitorear los patrones de
la coccidiosis, invitó a los productores a
no seleccionar el programa más barato
de control, pues aunque es indispensable
considerar el aumento en los costos de
producción, lo que a primera vista parece
menos caro, a la larga puede no ser lo más
costeable.
La coccidiosis –explicó el Dr. Fitz-Coy–
es una enfermedad dinámica por lo que
sus patrones pueden cambiar. Es por ello que es importante monitorearla. Esto nos
puede revelar tendencias en la operación
avícola e indicar a los avicultores si su
programa de control de coccidiosis está
funcionando o si es necesario modificarlo.
Las coccidias –que están presentes
prácticamente en todos los galpones de
aves comerciales– puede causar una gran
destrucción de los tejidos de las aves,
afectando adversamente el consumo de
alimento, la digestión y la absorción.
El resultado es pérdida de peso, mala
utilización del alimento, problemas de
pigmentación e incluso mortalidad,
explicó.
El daño causado por las coccidias está
directamente relacionado con el número
de estos parásitos y la especie de Eimeria
causante, agregó.
El control de la coccidiosis exige conservar
una baja carga parasitaria, lo que se logra
manteniendo bajos niveles de ingestión y
multiplicación de ooquistes, que a su vez
causan una mínima destrucción celular y
un menor impacto sobre el rendimiento
de los pollos, subrayó el científico.
Un factor que complica este problema es
el desarrollo de tolerancia o resistencia de
las coccidias a los fármacos anticoccidiales
que se administran en el alimento, de los
cuales han dependido los avicultores
durante muchos años, indicó.
El hecho de identificar cuál
es la especie de coccidia
que está afectando a las
parvadas es una parte
importante del proceso de
“La sola rotación de estos compuestos
para combatir la tolerancia o la resistencia
es inútil”, enfatizó. El control de la
coccidiosis puede requerir la rotación
de varios anticoccidiales en la ración,
junto con el uso de vacunas vivas
efectivas. También recomendó realizar
rutinariamente sesiones de necropsias,
pruebas de respuesta de sensibilidad a
los anticoccidiales (AST, por sus siglas
en inglés) y conteos de ooquistes con
regularidad a partir de muestras de cama
o heces.
Este expositor hizo notar que existen
varias opciones para el monitoreo, cada
una de las cuales tiene pros y contras.
La utilización consistente de varios
métodos combinados arrojará datos
útiles y confiables. Citó ejemplos de tres
operaciones avícolas diferentes en varias
regiones de EE.UU., para recalcar su
punto de que es crucial monitorear el
patrón de las coccidias y los cambios en
la coccidiosis.
En uno de estos complejos, por ejemplo,
los datos de necropsia registrados durante
varios años mostraron que la prevalencia
de Eimeria acervulina, E. maxima y
E. tenella era de 33%, 45% y 9%,
respectivamente.
Durante los primeros años,
E. acervulina prevalecía más que
E. maxima (Figura 1), pero después de usar ciertos anticoccidiales durante
los meses del verano, la prevalencia de
E. maxima se incrementó y permaneció
a niveles elevados.
Figura 1. Los datos de necropsia muestran que durante los primeros años E. acervulina era más
prevalente que E. maxima, la cual se incrementaba y permanecía a niveles elevados con el uso
de un anticoccidial específico.
En los meses de invierno, la prevalencia
de E. acervulina tendió a disminuir y
esto pareció estar relacionado con el uso
de un anticoccidial específico en la dieta.
Los datos de las pruebas de sensibilidad
AST fueron congruentes con los hallazgos
a la necropsia, por lo que realizaron
algunos cambios en el programa de
control de coccidiosis, con lo que
lograron mejoras evidentes.
�¿De qué especie se trata?
El hecho de identificar cuál es la especie
de coccidia que está afectando a las
parvadas es una parte importante del
proceso de monitoreo, enfatizó el
Dr. Fitz-Coy durante su segunda
presentación en la WPDC. Comparó a
las coccidias con las cebras, que parecen
todas iguales a primera vista, pero cada
especie es significativamente diferente
de las demás.
“Lo mismo pasa con las coccidias.
Cada especie es única, con su propia
patología, patogenicidad y respuesta a
los compuestos anticoccidiales”, dijo.
También es necesario tratar a cada
especie de manera diferente, para lograr
un buen control de esta parasitosis.
Las características que difieren entre las
diferentes especies de coccidias son su
fecundidad o capacidad de producir
ooquistes (huevecillos), la región del
intestino que parasitan y la profundidad
de la mucosa en que se alojan. Las
diferentes especies de Eimeria también
varían en tamaño, con respecto a sus
etapas endógenas del desarrollo. La
patogenicidad está influenciada por estas
características, agregó.
Eimeria praecox tiene relativamente alta
fecundidad pero su invasión es superficial
en la mucosa y produce estadios
endógenos relativamente pequeños,
continuó. E. tenella tiene una fecundidad
moderadamente elevada, pero invade la
mucosa más profundamente y sus etapas
endógenas son grandes. E. necatrix
produce pocos ooquistes pero su invasión
ocurre en capas más profundas y sus
estadios endógenos son relativamente
grandes.
Debido a estas características, E. praecox
se considera como apatógena mientras
que E. tenella y E. necatrix son altamente
patógenas para los pollos. E. brunetti,
E. maxima y E. mivati también se
desarrollan profundamente en los tejidos.
Sus formas maduras dañan a los vasos
sanguíneos generando sangrado hacia la
luz intestinal, continuó diciendo.
Las especies de coccidias que tienen un
período prepatente más prolongado
tienden a ser más patógenas. Este período
es el tiempo que transcurre desde la
infección hasta que aparecen los primeros
ooquistes en las heces y se puede utilizar
para diferenciar a las distintas especies de
Eimeria, dijo. E. praecox tiene el período
prepatente más corto (84 horas) en
comparación con 138 horas para
E. necatrix.
Otra manera de diferenciar las especies de
Eimeria es por su tamaño y forma al
observarlas al microscopio, pero para esto
se requiere entrenamiento especial en la
identificación de los ooquistes.
Los ooquistes de E. mitis, por ejemplo,
son casi redondos mientras que los de
E. maxima son grandes y tienen una ligera
pigmentación. Resulta difícil establecer
la diferencia entre la coccidia apatógena
E. praecox y las más patógenas E. tenella,
E. necatrix y E. brunetti.
Las técnicas más avanzadas, como por
ejemplo la reacción en cadena con
polimerasa (PCR) tal vez sean capaces
de identificar a las especies de Eimeria
pero aún no contamos con ellas para
este fin, señaló.
“La mejor opción para diferenciar a
las especies de coccidias puede ser la
aplicación de varios métodos de
identificación como la biología del
parásito y la PCR”, concluyó.
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